Dásela

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lunes, 13 de enero de 2014

Manifiesto del Foro Solidaridad 2.0

El Foro Solidaridad 2.0 nace al calor de la preocupación de un grupo de personas vinculadas a diferentes colectivos de solidaridad y/o cooperación internacional, sobre la instrumentalización de las políticas de cooperación, de su débil y contradictorio papel a favor del desarrollo de los pueblos y de la crítica misma del concepto de desarrollo que orienta la mayoría de los proyectos de cooperación.

Nuestra visión crítica de la cooperación se asienta en el rechazo a su utilización como forma de legitimación de los estados donantes ante su propia ciudadanía, del dominio del enfoque privado sobre las políticas públicas y de la degradación de la solidaridad transformada en una forma individual de consumo.
Pretendemos ser un colectivo que trabaja desde la perspectiva de la solidaridad internacionalista. Basada en la denuncia del orden económico y político internacional, así como en una posición independiente y crítica respecto a las políticas exteriores y de cooperación de los gobiernos.
Creemos que ya no es posible seguir anclados/as en una solidaridad de carácter paternalista, en donde los llamados países del norte nos solidarizábamos con la situación de nuestros hermanos y hermanas del sur, sino que ahora, en gran medida por la crisis, nos reconocemos como sur, nuestros problemas son los suyos, estamos ante una solidaridad más primigenia y de apoyo mutuo.
Entendemos por solidaridad el conjunto de acciones emprendidas por un grupo de actores sociales en apoyo a poblaciones que sufre una situación de vulnerabilidad social. Acciones encaminadas a lograr la emancipación de ese grupo de personas, a lograr el cese de la amenaza de interferencia arbitraria por parte de otros agentes o grupos de agentes en posición social dominante. Para nosotros/as, a diferencia de la caridad, la solidaridad tiene una dimensión política. Pues implica una voluntad de acabar con el estado de vulnerabilidad de un grupo social, lo que a su vez implica, una voluntad de cambio socioeconómico, político y jurídico-institucional.
Hoy, tanto el incremento de la inseguridad humana, como los nuevos conceptos del desarrollo y de la sostenibilidad han abierto una brecha en las convenciones existentes situando los retos de la solidaridad en un plano distinto. Es cada vez más aceptado que el camino hacia un desarrollo humano sostenible  en el mundo difícilmente podrá ser transitado sin alterar las pautas de funcionamiento sobre las que se ha asentado el bienestar de los países ricos. En estas circunstancias, hablar de solidaridad cobra mucho más sentido que hablar de ayuda. Los retos del desarrollo aparecen hoy directamente relacionados con la redistribución de los recursos y no tanto con la transferencia de éstos de unas sociedades hacia otras.
Durante varias décadas, la misión fundamental de las llamadas ONGDs se ha centrado en la transferencia de recursos hacia los países del Sur, jugando un papel complementario al llevado a cabo por los gobiernos, mediante la puesta en marcha de proyectos y programas de carácter fundamentalmente asistencial. Sin embargo, esta manera de actuar en el campo de la cooperación, generadora de no pocas inercias, ha comenzado a entrar en crisis como consecuencia de los cambios producidos en la economía y la política mundiales.

De una concepción del desarrollo basada en buena medida en la acción de los poderes públicos y los organismos multilaterales, se ha pasado a otra en la que la liberalización económica y el desmantelamiento del Estado constituyen las principales señas de identidad. Y de una concepción de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) basada en el fortalecimiento de las políticas de desarrollo se ha pasado a otra en la que la acción humanitaria ocupa la mayor parte de los esfuerzos. Esto último, en buena medida, es la consecuencia del desamparo en el que las políticas liberalizadoras han dejado a centenares de millones de personas en todo el mundo. Una inseguridad caracterizada por la ausencia de medios de subsistencia, por el aumento de las desigualdades, por las crisis medioambientales, por los desplazamientos masivos y forzados de población, por el aumento de los conflictos, la generalización de la violencia y la violación de los derechos humanos.

En este nuevo contexto en el que se inserta la cooperación al desarrollo de nuestros días, la acción política cobra una importancia cada vez mayor. Frente al concepto tradicional de cooperación que ha descansado sobre la idea de países donantes y países receptores, de unos que podían aportar recursos y conocimientos que los otros no tenían se impone la necesidad de generar acciones que impulsen una solidaridad basada en el empoderamiento, en la apuesta por contribuir a la expansión de las capacidades y libertades humanas.

Desde la década de los 90 se han venido desarrollando experiencias novedosas de solidaridad internacional, en muchas de las cuales confluyen las ONGs, los sindicatos y los nuevos movimientos sociales. Movimientos como el pacifista, feminista o ecologista han abierto las puertas a nuevas formas de solidaridad y cooperación internacional que trascienden los márgenes del internacionalismo clásico y asumen otras preocupaciones como las relaciones de género o los problemas medioambientales.

La tarea de fortalecer las sociedades del sur, de promover la expansión de sus capacidades y libertades, requiere un tipo de solidaridad en la que todos los agentes sociales, y no sólo las ONGDs, tienen un papel que jugar. La lucha a favor del desarrollo humano sostenible requiere del concurso de un amplio abanico de agentes sociales tanto de los países ricos como de los más desfavorecidos.
Las tendencias a patrimonializar las acciones de cooperación concretadas en programas y proyectos deberían, desde nuestra perspectiva, dejar paso a una nueva orientación del trabajo basada en la preocupación por socializar la solidaridad, por incorporar a nuevos sectores a ésta. Para ello es preciso favorecer la idea de que todo el mundo tiene un hueco y un papel en la solidaridad, más allá de aportar dinero.
La solidaridad en la lucha por el desarrollo humano sostenible requiere más de la participación activa que del dinero. Y, por otra parte, éste siempre será mayor si la sociedad y sus diferentes organizaciones asumen una mayor corresponsabilidad  en la tarea de la cooperación. Se impone una acción coordinada y de gran calado a favor de una globalización de la solidaridad, que no puede quedarse en bellos discursos, sino que tiene que afrontar el debate sobre cuestiones concretas como la biodiversidad y la gestión global del medio ambiente, las desigualdades de género, la protección universal de los derechos humanos, la legislación sobre  el comercio o las inversiones extranjeras, la protección de los pueblos originarios, la deuda externa, los derechos laborales y, en general, todos aquellos asuntos que pueden condicionar el futuro de millones de personas.
Como foro de encuentro y debate pretendemos fortalecer la coordinación de acciones y la participación crítica de todas aquellas personas preocupadas por estas cuestiones. De quienes apuestan de manera decidida por la defensa de una cooperación solidaria y desinteresada, frente a visiones de la misma más condicionadas por intereses políticos o comerciales. Empeñados/as en la consolidación de un tejido social de cooperación y solidaridad preocupado por los fines, inquieto intelectualmente y altamente comprometido.
La solidaridad es hoy, más que nunca, una cuestión de compromiso. Compromiso con los/as más desfavorecidos/as, compromiso emancipador, compromiso político en la lucha por establecer un marco en el que la equidad, la justicia social, los derechos humanos y la preservación del medio ambiente sea la norma y no la excepción. Apostando por un enfoque alternativo que afirma la autonomía y la capacidad de crítica de las organizaciones y colectivos de solidaridad ante cualquier gobierno y que valora a éstos, no sólo por la cantidad de fondos de AOD, sino sobre todo por sus estrategias de cooperación y, muy especialmente, por la “coherencia de políticas” en el conjunto de la acción gubernamental. Éste es nuestro enfoque del compromiso solidario, el que creemos que corresponde a los colectivos que quieren ser “agentes de trasformación social”.
En plena era digital estas tareas no se pueden acometer sin instrumentos que faciliten la interacción entre las personas y colectivos interesados. El apelativo 2.0 quiere ser una señal inequívoca de nuestra apuesta por la comunicación bidireccional, por los espacios de debate y de intercambio de ideas, por la interacción fluida entre quienes estamos convencidos y convencidas- como concluyen los autores del libro en torno al que empezamos a debatir quienes impulsamos este foro- de que aún es posible una cooperación solidaria basada en una relación social y política igualitaria, articulada en las luchas y los movimientos sociales. Enlazando alternativas y trabajando por la revolución que necesita el siglo XXI para que todos los seres humanos vivan dignamente y en paz con la naturaleza[1].

Las Palmas de Gran Canaria, a 11 de mayo de 2013.



[1] Miguel Romero y Pedro Ramiro (2012): “Pobreza 2.0 Empresas, estados y ONGD ante La privatización de la cooperación al desarrollo” Icaria. Más Madera. Barcelona. 

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