Manifiesto
del Foro Solidaridad 2.0
El Foro
Solidaridad 2.0 nace al calor de la preocupación de un grupo de personas
vinculadas a diferentes colectivos de solidaridad y/o cooperación
internacional, sobre la instrumentalización de las políticas de cooperación, de
su débil y contradictorio papel a favor del desarrollo de los pueblos y de la
crítica misma del concepto de desarrollo que orienta la mayoría de los
proyectos de cooperación.
Nuestra visión
crítica de la cooperación se asienta en el rechazo a su utilización como forma
de legitimación de los estados donantes ante su propia ciudadanía, del dominio
del enfoque privado sobre las políticas públicas y de la degradación de la
solidaridad transformada en una forma individual de consumo.
Pretendemos ser un colectivo que trabaja desde la perspectiva de la solidaridad
internacionalista. Basada en la denuncia del orden económico y político
internacional, así como en una posición independiente y crítica respecto a las
políticas exteriores y de cooperación de los gobiernos.
Creemos que ya no es posible seguir anclados/as
en una solidaridad de
carácter paternalista, en donde los llamados países del norte nos
solidarizábamos con la situación de nuestros hermanos y hermanas del sur, sino
que ahora, en gran medida por la crisis, nos reconocemos como sur, nuestros
problemas son los suyos, estamos ante una solidaridad más primigenia y de apoyo
mutuo.
Entendemos
por solidaridad el conjunto de acciones emprendidas por un grupo de actores
sociales en apoyo a poblaciones que sufre una situación de vulnerabilidad
social. Acciones encaminadas a lograr la emancipación de ese grupo de personas,
a lograr el cese de la amenaza de interferencia arbitraria por parte de otros
agentes o grupos de agentes en posición social dominante. Para nosotros/as, a
diferencia de la caridad, la solidaridad tiene una dimensión política. Pues
implica una voluntad de acabar con el estado de vulnerabilidad de un grupo
social, lo que a su vez implica, una voluntad de cambio socioeconómico,
político y jurídico-institucional.
Hoy,
tanto el incremento de la inseguridad humana, como los nuevos conceptos del
desarrollo y de la sostenibilidad han abierto una brecha en las convenciones
existentes situando los retos de la solidaridad en un plano distinto. Es cada
vez más aceptado que el camino hacia un desarrollo humano sostenible en el mundo difícilmente podrá ser transitado
sin alterar las pautas de funcionamiento sobre las que se ha asentado el
bienestar de los países ricos. En estas circunstancias, hablar de solidaridad
cobra mucho más sentido que hablar de ayuda. Los retos del desarrollo aparecen
hoy directamente relacionados con la redistribución de los recursos y no tanto
con la transferencia de éstos de unas sociedades hacia otras.
Durante varias
décadas, la misión fundamental de las llamadas ONGDs se ha centrado en la
transferencia de recursos hacia los países del Sur, jugando un papel
complementario al llevado a cabo por los gobiernos, mediante la puesta en
marcha de proyectos y programas de carácter fundamentalmente asistencial. Sin embargo, esta manera de
actuar en el campo de la cooperación, generadora de no pocas inercias, ha
comenzado a entrar en crisis como consecuencia de los cambios producidos en la
economía y la política mundiales.
De una concepción del desarrollo basada en
buena medida en la acción de los poderes públicos y los organismos
multilaterales, se ha pasado a otra en la que la liberalización económica y el
desmantelamiento del Estado constituyen las principales señas de identidad. Y de
una concepción de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) basada en el
fortalecimiento de las políticas de desarrollo se ha pasado a otra en la que la
acción humanitaria ocupa la mayor parte de los esfuerzos. Esto último, en buena
medida, es la consecuencia del desamparo en el que las políticas
liberalizadoras han dejado a centenares de millones de personas en todo el
mundo. Una inseguridad caracterizada por la ausencia de medios de subsistencia,
por el aumento de las desigualdades, por las crisis medioambientales, por los
desplazamientos masivos y forzados de población, por el aumento de los
conflictos, la generalización de la violencia y la violación de los derechos
humanos.
En este nuevo contexto en el que se inserta
la cooperación al desarrollo de nuestros días, la acción política cobra una
importancia cada vez mayor. Frente al concepto tradicional de cooperación que ha
descansado sobre la idea de países donantes y países receptores, de unos que
podían aportar recursos y conocimientos que los otros no tenían se impone la
necesidad de generar acciones que impulsen una solidaridad basada en el
empoderamiento, en la apuesta por contribuir a la expansión de las capacidades
y libertades humanas.
Desde la década de los 90 se han venido desarrollando experiencias
novedosas de solidaridad internacional, en muchas de las cuales confluyen las
ONGs, los sindicatos y los nuevos movimientos sociales. Movimientos como el
pacifista, feminista o ecologista han abierto las puertas a nuevas formas de
solidaridad y cooperación internacional que trascienden los márgenes del
internacionalismo clásico y asumen otras preocupaciones como las relaciones de
género o los problemas medioambientales.
La tarea de fortalecer las sociedades del
sur, de promover la expansión de sus capacidades y libertades, requiere un tipo
de solidaridad en la que todos los agentes sociales, y no sólo las ONGDs,
tienen un papel que jugar. La lucha a favor del desarrollo humano sostenible
requiere del concurso de un amplio abanico de agentes sociales tanto de los
países ricos como de los más desfavorecidos.
Las tendencias a patrimonializar las acciones de
cooperación concretadas en programas y proyectos deberían, desde nuestra
perspectiva, dejar paso a una nueva orientación del trabajo basada en la
preocupación por socializar la solidaridad, por incorporar a nuevos sectores a
ésta. Para ello es preciso favorecer la idea de que todo el mundo tiene un
hueco y un papel en la solidaridad, más allá de aportar dinero.
La solidaridad en la lucha por el desarrollo humano
sostenible requiere más de la participación activa que del dinero. Y, por otra
parte, éste siempre será mayor si la sociedad y sus diferentes organizaciones
asumen una mayor corresponsabilidad en
la tarea de la cooperación. Se impone una acción coordinada y de gran calado a
favor de una globalización de la solidaridad, que no puede quedarse en bellos
discursos, sino que tiene que afrontar el debate sobre cuestiones concretas
como la biodiversidad y la gestión global del medio ambiente, las desigualdades
de género, la protección universal de los derechos humanos, la legislación
sobre el comercio o las inversiones
extranjeras, la protección de los pueblos originarios, la deuda externa, los
derechos laborales y, en general, todos aquellos asuntos que pueden condicionar
el futuro de millones de personas.
Como
foro de encuentro y debate pretendemos fortalecer la coordinación de acciones y
la participación crítica de todas aquellas personas preocupadas por estas
cuestiones. De quienes apuestan de manera decidida por la defensa de una
cooperación solidaria y desinteresada, frente a visiones de la misma más
condicionadas por intereses políticos o comerciales. Empeñados/as en la
consolidación de un tejido social de cooperación y solidaridad preocupado por
los fines, inquieto intelectualmente y altamente comprometido.
La solidaridad es hoy, más que nunca, una cuestión
de compromiso. Compromiso con los/as más desfavorecidos/as, compromiso
emancipador, compromiso político en la lucha por establecer un marco en el que
la equidad, la justicia social, los derechos humanos y la preservación del
medio ambiente sea la norma y no la excepción. Apostando por un enfoque
alternativo que afirma la autonomía y la capacidad de crítica de las
organizaciones y colectivos de solidaridad ante cualquier gobierno y que valora
a éstos, no sólo por la cantidad de fondos de AOD, sino sobre todo por sus
estrategias de cooperación y, muy especialmente, por la “coherencia de
políticas” en el conjunto de la acción gubernamental. Éste es nuestro enfoque
del compromiso solidario, el que creemos que corresponde a los colectivos que
quieren ser “agentes de trasformación social”.
En plena era digital estas tareas no se pueden
acometer sin instrumentos que faciliten la interacción entre las personas y
colectivos interesados. El apelativo 2.0 quiere ser una señal inequívoca de
nuestra apuesta por la comunicación bidireccional, por los espacios de debate y
de intercambio de ideas, por la interacción fluida entre quienes estamos
convencidos y convencidas- como concluyen los autores del libro en torno al que
empezamos a debatir quienes impulsamos este foro- de que aún es posible una cooperación solidaria
basada en una relación social y política igualitaria, articulada en las luchas
y los movimientos sociales. Enlazando alternativas y trabajando por la
revolución que necesita el siglo XXI para que todos los seres humanos vivan
dignamente y en paz con la naturaleza[1].
Las Palmas de Gran Canaria, a 11 de mayo de 2013.
[1] Miguel Romero y Pedro
Ramiro (2012): “Pobreza 2.0 Empresas, estados y ONGD ante La privatización de
la cooperación al desarrollo” Icaria. Más Madera. Barcelona.
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